3513 Recordando A Mendes Da Rocha

En el quinto piso del Instituto de Arquitectos de Brasil, en la calle Bento Freitas de São Paulo, se encuentra Dulcinea. Trabaja allí hace tiempo. Al entrar encontramos un espacio iluminado por la fachada de vidrio que da a la calle. Una columna gris azulada revela su presencia a contraluz. El espacio se divide de forma desigual a través de una estantería invadida de libros, archivos, y
planos. De un lado, las mesas de dibujo se agrupan en fila india hasta detenerse frente al cuerpo amarillo de una planoteca. Las maquetas en hierro y cartón se acomodan sobre las superficies libres. Escuadras, compases, afiches y algunos inventos cuelgan de las paredes. El muro del fondo se esconde detrás de una enorme pizarra de color verde. Del otro lado, lápices, escalas, una lupa y una la lámpara de pescuezo metálico ocupan las otras mesas. Guiados por una delgada columna de humo y tras evadir la estantería, adivinamos la silueta de Paulo Mendes da Rocha. Nos acercamos. La ceniza va cayendo cerca del cenicero mientras él observa con detenimiento un dibujo. (Luego nos contaría que el cenicero fue obsequio de un arquitecto muy prestigioso; aunque funciona mejor al revés). Al vernos se sorprende y una sonrisa nos saluda con un abrazo prolongado, como si nos conociera de toda la vida. (Quizás a Camila sí, ya que fue su profesor en la FAU).
Vamos a una mesa de madera sostenida por dos caballetes; a su espalda quedan el afiche de la XLII Bienal de Venecia y la convocatoria para un viernes 27 de Junio en defensa de la Cassa di Risparmio a Piazzale Roma.

Créditos

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